Nací en Colombia, en la ciudad de Medellín. Cualquier recuerdo que tenga de mis primeros años de vida se vio opacado por la violencia que azotaba mi país en esa época, hace ya varias décadas.
Cuando apenas tenía cuatro años, mi padre fue secuestrado, torturado y asesinado, dejando a mi madre viuda con tres hijos pequeños y sin un sustento económico. Ante este difícil panorama, tomamos la decisión de emigrar a los Estados Unidos, allí enfrentamos el desafío de adaptarnos a un nuevo país sin saber el idioma y con pocos conocidos a quienes acudir por ayuda.
En esta nueva tierra, mi madre encontró una manera de sobrevivir: preparaba y vendía comida típica colombiana a latinos que desempeñaban diversos oficios, como taxistas, obreros y aseadores. Desde muy joven, comprendí que ayudar y servir a los demás, especialmente a mi madre, eran la clave para abrir puertas al bienestar de mi familia y marcar una diferencia en la vida de otros.
La oportunidad de regresar a Colombia surgió para vivir con mis abuelos paternos y una tía. Este periodo dejó en mí gratos recuerdos moldeados por el amor y el cuidado de mi familia. Durante esos años, disfruté de una infancia sin preocupaciones mientras mi abuelo dirigía un almacén de repuestos. Sin embargo, a los doce años, la pérdida de mi abuelo y el cierre del negocio generaron de nuevo inestabilidad en mi vida.
De vuelta con mi madre, en una ciudad antioqueña cercana, enfrenté una nueva etapa. Ella, decidida a mantener a la familia a flote, estableció una microempresa de costura. Nuevamente, la esencia de servir emergió en mí, y a la edad de trece años aprendí el oficio, asumiendo responsabilidades, como planchar prendas, realizar entregas y administrar el negocio al interactuar con los proveedores.
Para mí, la necesidad constante de crecimiento y superación se convirtió en el catalizador que hacía realidad mis sueños. Aunque mi historia se asemeja a la de muchos que enfrentan obstáculos y desafíos constantes, mi deseo de servir se transformó en una misión presente, recordando la historia bíblica de José en Egipto, donde Dios lo ubicó en una posición de influencia para ayudar a otros a encontrar oportunidades y cumplir sus metas.
A mi regreso como inmigrante en los Estados Unidos, encontré mi oportunidad de la mano de un mentor, [nombre], con quien experimenté el popular proverbio: “no se da el pescado, se enseña a pescar”. Me instruyó en el negocio de los bienes raíces a cambio de trabajo y además me prestó el dinero para comprar mis primeras propiedades. Me empoderó para adquirir habilidades y conocimientos que me permitieron ser autosuficiente y resolver mis propios problemas a largo plazo.
Quise replicar esta acción y, consciente de mi habilidad para servir como puente entre personas y oportunidades, comprendí que la estabilidad económica y el éxito personal carecían de significado si no podía contribuir al bienestar de aquellos que enfrentan situaciones difíciles, similares a las que experimenté.
Este soy, un emprendedor en busca de oportunidades para el crecimiento de los demás. Inspirado por la unidad de la comunidad judía, que se apoya mutuamente más allá de los lazos de sangre, me veo a mí mismo como un recurso, un puente, listo para conectarte con las oportunidades adecuadas y ayudarte a transformar obstáculos en escalones hacia el logro de tus metas.